Al recordar que en 28 estados del país operan más de 100 colectivos de buscadores de desaparecidos en México, “en las demás entidades son “sordos, ciegos u omisos”, integrantes de los colectivos “María Herrera”, la “Brigada Nacional de Búsqueda” y “Hasta Encontrarles Ciudad de México” manifestaron que el impacto de los hechos recientes por el rancho Izaguirre Teuchitlán, Jalisco, “es innegable, porque es evidencia clara de la crisis en la que estamos viviendo” pero “vamos a evitar que esto nos alcance porque ya están queriendo “hacer quedar mal a las madres buscadoras”, subrayaron en un conversatorio abierto en el Centro de Investigación y Docencia Económicas, A.C., CIDE.
“Cuando nos enteramos de lo que pasó en ese municipio de Jalisco, fue una noticia que emocionalmente nos movió como familia, estábamos consternados. Sabemos, sabemos que no es el único lugar, hay más lugares. Es terrible que existan lugares en México donde se tenga a las personas en proceso de desaparición para cruzar con otros delitos como lo es la trata, el reclutamiento, el halconeo forzado… Aunque el gobierno insiste tanto en hablar de números para las cosas terribles, ¡son vidas!”, dijo Gerardo Ramírez, quien busca a su hijo, Ángel Gerardo Ramírez Chaufón, desaparecido en la alcaldía Gustavo Madero, Ciudad de México, Colonia Lindavista, un viernes 29 de noviembre de 2019. Mi hijo desaparece con dos compañeros de trabajo, Jesús Armando Reyes Escobar y Leonel Baez Martínez. Formamos parte del colectivo Hasta Encontrarles desde enero del 2020. Actualmente somos 25 familias que formamos el colectivo”, detalló.
“Hablar del rancho es abrir heridas, es triste no poder cuestionar la política de seguridad en el país, de este y el otro y los anteriores —hemos tenido la oportunidad desde la familia de estar en trato con cuatro gobiernos distintos—, había una esperanza de que hubiera un cambio en el sexenio pasado, y lo hubo, pero solo para mutar hacia una nueva ola de violencia. Hablar del rancho Izaguirre es hablar de un aparte de la sociedad que, tenga o no tenga información, hoy se siente ‘¡indignada!’ porque pareciera que la violencia solamente es para pegar, golpear o descreditar a un proceso político, y ¡no es eso!. Las familias siguen y seguirán dando muestras de la verdad que cruza el país. Quisiéramos no hacer lo que hacemos, pero ¡nos toca hacerlo!, no le toca a nadie más. Las familias son y serán quienes ponen ‘el pecho a las balas’. Ya para que organizaciones criminales tengan la necesidad de salir con un comunicado a ‘defenderse’ de que ‘sí matan, sí ejecutan, pero ese paquete no es de ellos’. Nos estamos enfrentando a un proceso donde es más importante defender la postura de una persona que la realidad del país. Los números ¡no mienten!, estamos hablando de más de 100 mil personas desaparecidas en la cifra oficial. Y si no fue allí un campo de exterminio, sí hay campos de exterminio como el crematorio que encontramos con las compañeras en Quintana Roo en septiembre del año pasado”, agregó por su parte Juan Carlos Trujillo Herrera, hijo de la señora María quien también reclamó: “¿Qué pasaba en el 2006, después de la guerra de Felipe Calderón? Que la gente ¡no reaccionó! ante un fenómeno social de delincuencia y deshumanización en México. Desde ahí se pensó en tener que salir a las calles desde la figura de la Brigada Nacional de Búsqueda, poniendo a las familias al frente por encima del Estado mexicano”, puntualizó.
El conversatorio “Rostros ausentes, lucha presente, la crisis de desaparecidos en México”, que se prologó por más de dos horas, inició con el reclamo de María Herrera. “Nosotros hemos estado exigiendo ¡sí! al Estado, a todas las órdenes de gobierno, pero ahora venimos de una manera muy especial a pedirles a ustedes, porque nadie estamos exentos de sufrir esta terrible tragedia. Yo pienso que como miembros de una familia, hijos, hermanos, padres, tíos, abuelos, toda la familia salimos afectados cuando hay una desaparición. Yo siempre he dicho que nos acaban totalmente, nos acaban física, moral, social y económicamente, porque ingenuamente pensamos que por nuestros propios medios vamos a lograr encontrar a nuestros familiares y pues echamos todo lo que podemos por hacer posible esta realidad que está muy, muy lejos de existir. Mi nombre es María Herrera Magdaleno y soy madre de cuatro jóvenes desaparecidos en dos eventos diferentes. El primero ocurrido el 28 de agosto del 2008 en Atoyac de Álvarez, Guerrero y después de una intensa búsqueda, a los dos años me desaparecen a otros dos de mis hijos, a Luis Armando y a Gustavo. Desde el 2008 ha sido una búsqueda intensa, sin imaginar que esto me iba a volver a pasar”.